Muchos no recuerdan la tierra dónde nacieron, y otros no somos tan afortunados de haber tenido tierra qué recordar. Crecimos en medio de la nada. Quizás ése sea el motivo de nuestra fortaleza: habernos criado alimentados de la certeza que llegaría el día en que recuperaríamos la patria que nos arrancaron derramando ríos de sangre, o moriríamos en el intento.
Los años han pasado entre mentiras y promesas no cumplidas. Hemos intentado de mil maneras hacernos escuchar; que la gente se diera cuenta de que lo peor que pueden hacerle a un pueblo, a un ser humano, es robarle su identidad, su esencia… y decirle que jamás la tuvo.
El tiempo ha evidenciado que, desgraciadamente, esta sociedad valora más el dinero que la verdad y la justicia. Pero eso no significa que estemos perdidos, simplemente que deberemos luchar con más fuerza. Y que nadie dude por un sólo momento que así lo haremos. Pondremos hasta el último aliento de nuestros corazones para regresar a las tierras y los mares que pertenecieron a nuestro pueblo. Pues esa es la única razón de nuestra existencia.
Quizás estas palabras puedan sonar banales… Se han dicho tantas veces, en tantas reivindicaciones y manifestaciones, que para algunos habrán perdido su sentido. Pero les aseguro que en la sombra del destierro, el ansia de los jóvenes crece día a día, y con ella la determinación de pagar cualquier precio por la libertad.
Y llegará el momento en que la desesperación sea tan grande, que no pueda contenerse, y comience una batalla que todos lamentaremos. Pero las lágrimas no valdrán nada, pues es ahora cuando está en vuestras manos y conciencias hacer lo correcto.
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